Benedicto XVI

Fumata bianca, habemus papam!
No acostumbro a opinar sobre la Iglesia, es un club al que no pertenezco y que, por tanto, me suele afectar muy tangencialmente.
Parece que en los últimos tiempos la jerarquía eclesiástica se ha dado cuenta, precisamente, que sus asuntos afectan de modo practicamente insignificante a la mayoría de los ciudadanos y, por ello, han decidido iniciar una reconquista de su poder e influencia. Solo así se explica la elección de Joseph Ratzinger, ex - miembro de las Juventudes Hitlerianas y férreo defensor de la fe tradicional, como sucesor de Juan Pablo II.
La Iglesia manda un mensaje claro: la batalla no ha hecho más que comenzar, la modernidad no podrá con la fe.
No pueden estar más equivocados. Después del pontificado conservador de Wojtyla la Iglesia necesitaba un cambio, aire fresco que permitiese revisar qué ha fallado de manera tan dramática dentro de la agenda eclesiástica para que los fieles se sientan tan alejados de la fe.
Joseph Ratzinger es el cardenal que ha combatido de modo implacable la Teología de la Liberación, el hombre que ha promocionado a los sectores más fundamentalistas de la Iglesia (Opus Dei, Comunión y Liberación, Neocatecumenales...), el Papa que llevará su máxima "la fe no está sujeta a los tiempos, es atemporal e inmutable" a efecto, marcando, aún más, el nuevo caracter político de la empresa con sede en la Ciudad del Vaticano.
Malos tiempos se avecinan para los Católicos que promueven su fe como una fe de progreso, convergencia y amor.
Los halcones se han hecho con el nido de las palomas. Jesús no lo habría querido así.