Perú en la encrucijada
Alan García, candidato pretendidamente socialdemócrata, es el nuevo presidente electo de Perú, tras derrotar al ultranacionalista Ollanta Humala, candidato sorprendentemente respaldado por la izquierda neomarxista iberoamericana.
La victoria de García es un mal menor, pero no "el mal menor" que nos quieren hacer creer.
Alan García fue, de 1985 a 1990, un presidente espantoso, cuya política económica hizo que, al final de su mandato, la inflación agregada superase el 7.600%, y cuya historia negra soporta el peso de 250 asesinatos como represalia por un motín en las cárceles peruanas. Con estas credenciales no puede ser esa figura que glosan ciertos comentaristas peruanos, que piden frenar al exmilitar Humala por el peligro que supone para los derechos humanos y la economía.
Entonces, ¿cómo puedo decir que es un mal menor?
Pues porque Ollanta Humala es el Alan García de 1985. Un político populista, de izquierdismo que huele a naftalina, que mezcla un discurso ultranacionalista con medidas revolucionarias como nacionalizar todos los recursos naturales. Recordemos que lo que le costó a García su credibilidad fue, precisamente, su intento en 1987 de nacionalizar la banca.
Alan García tiene ante sí una tarea titánica, recuperar a Perú para la democracia y dotarle de estabilidad, pero cuenta con una ventaja que no tenía en 1985, un eje potente, democrático, desarrollista, y de izquierdas en el que apoyarse y con quien construir un nuevo espacio suramericano.
Alan García debe ingresar en ese motor socioeconómico que forman Argentina, Chile, Uruguay y Brasil, y que está cambiando la realidad del continente.
Perú está en una situación de cara o cruz, pero, afortunadamente, tiene compañeros de juego que pueden ayudarle a tomar la decisión correcta. La integración es el camino.
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