La necesidad de una clase empresarial valiente
España va bien económicamente. Esto es indiscutible se mire por donde se mire. Desde finales del año 94 las cifras de crecimiento y cohesión social son cada vez mejores, el mercado laboral ha reaccionado bien a los cambios y la sociedad ha respondido a los diferentes desafios que se han planteado en estos años en forma de subida de precios, congelación de salarios en 1996 y 1997, fin de ciertos precios políticos en monopolios estatales, etc.
El ciclo de crecimiento en el que nos encontramos parece vigoroso, asentado sobre sectores sin síntomas de decaer a corto plazo.
Pero las decisiones políticas no deben ser alentadas por el corto plazo, sino que deben basarse en asegurar la viabilidad a medio y largo plazo del sistema, lo cual quiere decir que las decisiones del hoy son las que garantizarán el crecimiento de los próximos 10 ó 20 años.
Una de las cuestiones que debemos revisar urgentemente en España es el modo en que la clase empresarial prepara su adecuación al futuro, garantizando la sostenibilidad de sus negocios y, por ende, la viabilidad de sus empleos; es decir, es urgente responder a la pregunta ¿cuál es el plan de I+D+i del sector privado?
Una de las reglas de oro de la economía desde el punto de vista keynesiano es que las transferencias que fluyen del sector público al privado deben retornar a medio-largo plazo mediante su transformación en nuevas formas de producción que provoquen un mayor ingreso por vía fiscal, es decir, que el dinero público que sirve para impulsar ideas privadas no está invertido a fondo perdido, sino que volverá fruto del desarrollo económico del receptor, sea directo, por aumento del volumen de negocio del empresario/ciudadano concreto, o indirecto, mediante impacto en el mercado laboral o en actividades de otras empresas o ciudadanos.
Bajo este punto de vista la clase empresarial española deja, hasta el momento, bastante que desear, siendo un empresariado mucho más preocupado por las cuentas de resultados anuales que por su supervivencia a largo plazo, puesto que cuenta con que el Gobierno acuda en su socorro en caso de necesidad para adaptarse a nuevos ciclos productivos mediante la concesión de subvenciones para, por ejemplo, compra de equipos informáticos o bienes de equipo; generando que la clase empresarial se acomode y no acometa ninguna de las reformas estructurales propias que tanto reclama a los entes públicos. La no asunción de riesgos en materia productiva hace que perdamos competitividad, mucha más de la que, presuntamente, perdemos por los costes laborales, que no son tan altos como nos quieren hacer creer.
José María Cuevas, caudillo eterno de la CEOE y pésimo político, porque eso es lo que es, un político, reclama insistentemente la asunción del modelo danés de mercado laboral para garantizar la competitividad española. Yo siempre respondo que acepto esa implantación, ahora y sin más condición que la plena asunción del modelo de relaciones laborales y empresariales del país nórdico, según la OCDE el mercado perfecto. Eso quiere decir un aumento de 6 puntos en la presión fiscal, un salario mínimo que doble el actual, una cobertura social que doble la existente, unos planes empresariales "pro futuro" serios que garanticen la evolución de los sectores industriales, una jornada laboral menor, unas organizaciones sindicales fortísimas...y después de un largo etcétera un descenso de los costes laborales directos.
Hace unos días, en una conversación informal que mantenía con el Subdirector de Recursos Humanos de una importante transnacional de las telecomunicación con actividad en España, salía a relucir el impacto de los costes del despido en las cifras de desempleo. "No te engañes", me decía, "el despido en España es libre, completamente libre, yo mañana puedo despedir a quien quiera sin más problema que pagar un poco más o menos. Los empresarios usan el argumento de la flexibilidad del despido para tenerlo como arma negociadora más que como anhelo real".
La economía de nuestro país dependerá, en gran medida, de la valentía de la clase empresarial, de los retos que sean capaz de asumir a partir de ahora que desaparecen gran parte de las ventajas comparativas de las que hemos gozado en los últimos 20 años por nuestra pertenencia a la UE y que ahora pasan a los 10 nuevos estados. La inversión que el sector privado decida hacer en I+D+i dictaminará si los esfuerzos de los últimos años han provocado que los empresarios hayan desarrollado una conciencia empresarial moderna o siguen anclados en un modelo empresarial de mediados del siglo XX.
Los modelos de IKEA, Nokia, Vodafone, Carlsberg, y otras empresas son ejemplos válidos de cómo prepararse para el futuro.
En una economía tan basada en las PYMES como la nuestra no queda otra que modernizarse, o ese tejido empresarial desaparecerá en favor de grandes compañías, que tienen mayor facilidad para adaptarse a un entorno en perpetua transformación.
2 Comments:
Hace pocos días un amigo me contaba las tribulaciones de su empresa para continuar a flote. Se quejaba amargamente de que hasta hace poco vivía muy bien suministrando componentes de bajo valor añadido a una empresa de automoción, pero debido a la nueva competencia del este de Europa su modus vivendi peligraba.
Yo no soy muy ducho en la materia (acabo de empezar), pero por puro sentido común le pregunté a cerca de quien suministraba antes esos componentes. Unos alemanes me dijo, pero de esto hacia quince años. Durante estos años su empresa no ha realizado ningún cambio, siguen fabricando los componentes de la misma manera. No han buscado nuevos mercados, diversificado la producción ni han mejorado su técnica ya que el producto no lo merecía. Ahora por puro precio puede que se termine fabricando en Polonia o Bulgaria, al igual que antes se dejo de fabricar en Alemania para hacerlo en España.
Este es un retrato que puede coincidir con muchas empresas españolas. Al entrar en la UE nos convertimos en un fabricante barato y nuestra producción era interesante por su precio, no por otros factores. Muchos vieron la oportunidad y pusieron las máquinas a trabajar a pleno rendimiento, engrosando la cuenta de resultados pero olvidándose de innovar, de mejorar la producción, de diversificar y de abrir otros mercados.
Seguramente este es el precio que deberemos pagar por haber querido pasar del 600 al Audi sin realizar todo el camino. Los empresarios alemanes y franceses (las dos locomotoras europeas) supieron capear el problema y si bien no son los líderes en producción que eran hace veinte años, si que son los dueños de la tecnología. Esta por ver que los empresarios españoles sepan hacerlo.
El ejemplo que expones es el paradigma de lo que hablo, sin duda.
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