¿Ángel o Demonio?

Un hombre de 89 años estrangula en Oviedo a su mujer enferma, de 80, y después se ahorca

María Josefa R., que padecía alzheimer, fue hallada muerta en su silla de ruedas, en su domicilio familiar de Pumarín. El marido se colgó de un armario después de matar a su esposa. El matrimonio deja una nota de despedida para sus tres hijos


María Josefa R. estaba sentada en su silla de ruedas en el salón de su casa, un quinto piso del portal número 2 de la calle Fernando Vela, en el barrio ovetense de Pumarín. Muerta. Unos metros más allá, colgado con un cordón de uno de los armarios de su habitación, estaba su marido, Rafael Luis V. También muerto. Junto a los cadáveres, la Policía encontró una nota en la que, según las primeras informaciones, el matrimonio se despedía de sus tres hijos.

María Josefa R. tenía 80 años. Padecía alzheimer. De acuerdo con los testimonios ofrecidos por algunos de sus vecinos, en los últimos tiempos aparentaba triste, deprimida. Ayer fue estrangulada por su marido, según fuentes cercanas al caso. Medios relacionados con la investigación no descartaron que el hombre se hubiese ayudado de un pañuelo.

La Policía considera la hipótesis de que el crimen hubiese sido acordado por la pareja. De acuerdo con esta interpretación, no cabría hablar de un caso de violencia machista.

Las buenas relaciones del matrimonio abonan esta posibilidad. El marido, de 89 años, la sacaba a pasear a diario. «Era un matrimonio ejemplar. Se les veía todos los días, porque él se encargaba de sacarla. Ella podía caminar, pero con torpeza, y se quejaba de su estado de salud. Le costaba mucho dar pasos, pero aun así su marido se molestaba en ir con ella... Estaba siempre pendiente de la mujer. Parece que les estoy viendo cogidos del brazo». Los comentarios son de María Teresa García, una de las vecinas, quien conocía desde hace décadas a la familia. Hasta tal punto que fue profesora de los tres hijos de la pareja. García hacía sus reflexiones a la salida del portal.

Un portal que ayer se convirtió en un hervidero. Policías, sanitarios, periodistas, vecinos consternados y conmocionados... Todo el revuelo, a partir de las dos y media de la tarde. Fue a esa hora cuando, según fuentes de la Policía Nacional, la sala del 091 recibió una llamada derivada del 112. Un hombre daba el aviso. Alertaba de que se había producido «un hecho muy grave» en Pumarín.

Fue uno de los hijos del matrimonio quien se dio de bruces con la escena, según las informaciones que comentaban los vecinos. Nada extraño, porque, conforme a los mismos testimonios, las visitas al domicilio de sus padres eran frecuentes.

Porque el matrimonio no estaba dejado de la mano de Dios. «Sus tres hijos varones y sus nueras siempre venían a verles. Trabajan todos, pero no había día en que no estuviera alguno por aquí... así que de abandono, nada de nada», añade Teresa García. «Son muy buena gente y es una grandísima pena que haya sucedido todo esto, es una pérdida irreparable», comentaba.

Los vecinos del portal no acertaban a explicar lo ocurrido. Al parecer, los residentes en el piso de abajo de las víctimas escucharon ruidos por la mañana, pero no les dieron importancia porque a la casa del matrimonio «solía venir a limpiar una chica», afirmaba una vecina sin poder apartar la mirada de los responsables de la funeraria que introducían sendas camillas en el coche fúnebre. «Primero vino una uvi, pero cuando vimos que no se llevaba a a nadie nos temimos lo peor», añadió. La autoridad judicial y los forenses diagnosticaron la muerte de ambos pasadas las cuatro de la tarde.

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Dilema ético de primer nivel el que se esconde detrás de este caso:
¿La mató porque era suya, o sentido humanitario?
¿La acción de un hombre enamorado?

No sé si se sabrá nunca...pero, desde luego, yo no tengo clara la respuesta, aunque sí tengo clara una cosa: ¡derecho a la eutanasia YA!