Un pasito p'atrás

La deriva que los conservadores españoles están emprendiendo tiene tintes de pasado. El PP está planteando una campaña de todo o nada, en la que sin importar de qué tema se discuta, se recurre a lo más bajo, primario e irracional del género humano.
Una estrategia muy habitual de la derecha, como ideología, es recurrir al miedo y al comunitarismo como vehículo de unidad. De este modo, la fantasmagórica sombra de un enemigo intangible se convierte en un problema para el que sólo la derecha tiene solución. Los ejemplos más claros se encuentran en los movimientos populistas patrióticos europeos, a los que parece que cada vez se acerca más el Partido Popular.
Ante presuntos males absolutos para la sociedad, léase laxitud moral o inmigración, se presentan recetas radicales con el objetivo de quemar la tierra sobre la que dichos males ha crecido.
El problema reside en lo indiscriminado que resulta echar gasolina y una cerilla sobre un terreno con un 5% de malas hierbas, corres el riesgo de quemar todo el bosque.
Pero esto no parece un obstáculo para el PP, que tiene muy claro que si debe quemar toda España para retornar al Gobierno, lo hará.
Sólo así se explica que todas sus propuestas miren al pasado, dando a entender que todos los avances que se han producido durante estos 4 años configuran la esencia de la caida en desgracia de España. Dicha desgracia sólo será salvada si los conservadores atrasan el reloj hasta el 14 de marzo de 2004, día en que el Apocalipsis emergió sobre las tierras ibéricas en forma de tromba democrática en favor del cambio.
Repasemos: Trasvase del Ebro, cierre de fronteras, recortes sociales, privatización de servicios públicos, marginación de homosexuales, intromisión de la Iglesia en el Estado, política bélica, política autonómica...Todo, absolutamente todo lo que elabora el PP tiene una fecha a pie de página: 2004.
Nada ha cambiado en estos 4 años, ni una sóla idea novedosa o adaptada al momento en el que vivimos.
Por ello nos debemos preguntar, ¿queremos volver a esa España del insulto permanente, de subditos y vasallos, de élites y parias? ¿Queremos que el Gobierno vea a los inmigrantes como mano de obra barata, y no como iguales que vienen a cumplir su sueño? ¿Queremos una España uniforme, gris, monocolor, que mira con nostalgia a las esencias morales de nuestra historia en lugar de hacer su hueco en el presente?
Aquellos que proclaman el fin de las ideologías nunca estuvieron tan equivocados. En España se enfrentan, sin ambages, la derecha y la izquierda, en unas elecciones que se presentan de lo más interesantes e importantes.