Thursday, July 06, 2006

A Garzón no le respetan ni por los servicios prestados

Baltasar Garzón ha vuelto a su puesto como Juez de Instrucción en la Audiencia Nacional, y su primera decisión ya ha desatado una tormenta entre la opinilogía conservadora, otrora mecenas mediática de las decisiones del juez.
Los autocalificados "liberales", que no lo son, no han tardado en decir que Garzón legitima a los terroristas, que es un Candido B, que ignora las Leyes, e, incluso, el principal partido de la oposición, ese que tanto respeta y defiende a los jueces, últimos defensores del Estado de Derecho ante la rendición, acusa a Garzón de bendecir a ETA.
Una tras otra caen las caretas adoptadas por los medios de comunicación que aspiran a seguir cubriendo portadas gracias al terrorismo, su defensa de la judicatura no consistía en un apego a Montesquieu, sino en una hábil asunción de los valores de Maquiavelo.
Garzón no necesita, obviamente, que yo le defienda. Le respeto como juez y pienso que se equivocó de medio a medio cuando aceptó el abrazo del oso que le propinó González, llevado por la ambición de poder, que resultó en una fenomenal venganza que, con seguridad, le llevó a cometer errores. Pero de lo que no se puede acusar a Garzón es de inacción ante ETA, baste citar casos tan discutibles como el cierre de Egin, el sumario 18/98 o la suspensión de Batasuna, que aún hay algunos que creen que fue la Ley de Partidos.
Si Garzón ha tomado la decisión, muy acertada en mi opinión, de no prohibir la reunión entre Patxi López y Arnaldo Otegi, entre el PSE-EE y Batasuna, no es por una repentina transformación en traidor a la patria, es porque no hay ningún argumento jurídico que lo respalde.

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