El diablo viene a cobrarse su alma
Mariano Rajoy está pagando el arriesgado pacto que firmó con Satanás hace unos cuatro años. En dicho pacto, el Maligno le prometió al buen gallego la victoria en los comicios generales.
Mariano, sorprendido por la oferta de Lucifer, le preguntó qué debía darle a cambio.
El Diablo le contestó con un escueto: "tú limítate a seguir mi estrategia".
De algún modo esto resume la estrategia del PP durante los últimos cuatro años. Años en los que la derecha española ha protagonizada una campaña de acoso y derribo sin precedentes en la historia democrática española, y en los que la división entre españoles se llevó al punto más alto desde 1936, gracias al triunfo de las corrientes más irracionalistas dentro del conservadurismo español.
Una vez perdidas las elecciones, aquellos que le marcaron el camino de la derrota a Rajoy no están dispuestos a reconocer su papel. Más al contrario, su obsesión radica en quemar la marioneta que han utilizado hasta ahora, con la esperanza (sin segundas) de poder colocar alguna otra máscara que cubra sus fechorías.
La crisis del PP no sólo es un problema interno, es un drama para un país democrático que necesita una oposición definida y leal.
Pero, como en toda crisis, las oportunidades que se abren ante los militantes del PP son muy interesantes, siendo, en mi opinión, la más interesante, aquella que se basa en, de una vez por todas, acabar con la fingida amistad entre los diferentes sectores del partido, y comenzar a trazar el futuro de las tres grandes familias que coexisten en el seno de la amalgama popular, a saber, liberales, democristianos y ultraconservadores.
En España se da la curiosa circunstancia, desconocida en el resto de Europa, de la inexistencia de partidos liberales y de extrema derecha. Miremos donde miremos, ambas familias políticas existen en los estados de nuestro entorno: Portugal, con su PSD y su CDS-PP; Francia, con el MD, la UMP y el FN; Alemania con la CDU/CSU y el FPD; Reino Unido, con los Lib-Dem y los Tories; o Dinamarca con la Venstre, Die Radikale Venstre, Die Konservative y el DF.
En España dichas opciones, desde la liberal hasta la ultraderechista, conviven en el PP.
Si de verdad lo que sucede en el PP es una batalla ideológica, lo cual sería loable para la derecha española, es el momento de la verdad, el momento de los ideólogos, de los políticos con mayúsculas, más allá de los debates puramente personalistas o las discusiones de marketing sobre qué candidato "cae mejor" para ganar unas elecciones.
Mariano Rajoy está probando su propia medicina, está siendo vilipendiado por un grupito de extrema derecha cuyo único fin es la conquista del poder, cueste lo que cueste, y la imposición de un dogmatismo irracionalista de raiz extremista basado, fundamentalmente, en el patrón miedo como elemento nuclear que amalgame las distintas fuerzas necesarias para vencer en una cita electoral. Si la base de la crisis es la existencia de divergencias ideológicas en la derecha, este es el momento de modernizar su propio espectro ideológico, y hacer que madure su opción política para ofertar a los votantes opciones más definidas que, sin duda, ayudarán a completar el desarrollo democrático de este país.